Algunos responsables argelinos reconocen que “hemos hecho todo lo que pudimos. No hay nada que hacer más”. Alusión a la caída libre de su Polisario que nadie ni nada puede evitar. Incluso los, hasta no hace mucho le eran incondicionales, toman discretamente su distancia con la milicia y con la relación que le imponía la junta militar argelina. La memoria de los impostores es corta. Casi nadie se acuerda del Polisario y de su mentor. De revés en revés. Los países quieren la transparencia y la realidad, lo que constituye, justamente antónimos de milicia y de regímenes militares como Argelia.
Así las cosas, hasta los “aliados” que dividían el mapa de Marruecos en sus boletines meteorológicos, deciden eliminar los mapas, evitando anomalías que les resta objetividad y credibilidad. El Polisario les mancilla su imagen y su mentor argelino no busca más que sus íntimos intereses.
Más y peor aún: en la cúpula del Polisario algunas lenguas se dilatan, señalando que “todo es por culpa de Argelia que al ver su sueño hegemonista alejarse ve como encontrar otra salida”.
Las falsas ilusiones de cambios en España o en Estados Unidos no sirven más que para ganar un poco de tiempo en espera del milagro.
La población de los campamentos descubre que están en un gulag argelino en espera de la sentencia. A miles de inocentes se les ha mentido y siguen mintiéndoles.
Argelia sabe que el destino del “problema” que ha creado en el Sahara marroquí está definitivamente zanjado y no son tiempos de milagros, menos aun para los impostores.